La transformación hacia una agricultura tecnológica tiene efectos que deben ser tenidos en cuenta para lograr sostenibilidad. Un punteo sobre los aspectos a tener en cuenta.
La incorporación tecnología en el sector agropecuario generó diversos cambios en la industria, relacionado con la innovación y aumento de la sostenibilidad, como también una transición a una nueva forma de trabajar. Como así también un aumento en la productividad, eficiencia y precisión en las tareas agrícolas.
Desde sensores inteligentes que monitorean el estado del suelo hasta drones que optimizan la aplicación de insumos y tractores autónomos que reducen la necesidad de mano de obra intensiva, la agricultura de precisión se colocó como uno de los pilares de la innovación rural.
No obstante, este gran paso hacia la modernización tiene también otro tipo de efectos para la industria. Las consecuencias ambientales derivadas de la implementación a gran escala de tecnologías avanzadas en el agro comienzan a generar interrogantes sobre su verdadero impacto en la sostenibilidad del sistema agroalimentario.
La eficiencia y sus costos en la industria agropecuaria
La adaptación de tecnologías avanzadas en el agro tiene como principal eje poder contar con su capacidad para hacer un uso más racional de los recursos naturales. Los sistemas de riego automatizados, por ejemplo, permiten minimizar el desperdicio de agua mediante la aplicación precisa según las necesidades hídricas del cultivo.
Por su parte, los algoritmos de análisis predictivo basados en inteligencia artificial actúan de la misma manera ya que ayudan a anticipar plagas y enfermedades, disminuyendo el uso en exceso de pesticidas.
Pero esta eficiencia, en ocasiones, oculta un impacto ambiental acumulativo que no siempre es considerado su aplicación. La fabricación y el desecho de sensores, chips, baterías de litio, drones y maquinaria automatizada generan huellas de carbono y residuos electrónicos que deben ser tenidos en cuenta en el balance ecológico general del sistema productivo.
Además, la digitalización del agro conlleva un aumento en el consumo energético, sobre todo en zonas rurales donde la infraestructura eléctrica depende de fuentes no renovables, por lo que su uso aumenta.
En este escenario, una de las áreas más sensibles ante el avance tecnológico en el agro es el efecto que se tiene en la salud del suelo. La introducción de maquinaria pesada continúa siendo una de las prácticas que está compactando los suelos, alterando su estructura y reduciendo su capacidad de retención de agua y nutrientes.
Este efecto llamado compactación subterránea, tiene resultados acumulativos que impactan en la salud del suelo y la biodiversidad microbiana. También tienen efectos el uso de sensores y sistemas de monitoreo que genera cambios en las prácticas tradicionales de observación y conocimiento local del ecosistema, promoviendo una transformación de los cultivos que muchas veces entra en conflicto con la biodiversidad regional.
La dependencia tecnológica puede generar una intensificación del monocultivo, favoreciendo paisajes agrícolas uniformes que impacta en el tipo de hábitats disponibles para especies silvestres y polinizadores.
Otro aspecto clave para tener en cuenta respecto al impacto son los residuos derivados del uso de hardware en el campo. Un informe del Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible (IISD) indicó que los residuos electrónicos provenientes del agro crecen a un ritmo acelerado.
Desde drones inutilizados, sensores obsoletos, paneles solares deteriorados, y otros dispositivos conectados son un nuevo tipo de basura tecnológica y su reciclaje no siempre está regulado o contemplado por los marcos legales ambientales.
Este tipo de residuos puede tener metales pesados y materiales tóxicos que, si no se gestionan correctamente, pueden filtrarse en el suelo o contaminar fuentes de agua cercanas.
La falta de una estructura y conocimiento para el reciclaje rural es un nuevo problema a resolver ya que convierte al campo en un nuevo escenario para el desafío del e-waste.
Si bien la tecnología aplicada al agro reduce algunas emisiones directas también aumenta otras fuentes, que va desde el uso de plataformas digitales, el procesamiento de grandes volúmenes de datos y el almacenamiento en la nube tienen una huella de carbono importante que muchas no se tiene en cuenta.
Los centros de datos necesitan grandes cantidades de energía y refrigeración, contribuyendo de forma indirecta a las emisiones globales de gases de efecto invernadero. En este sentido, diversos estudios y reportes ambientales incluyen el concepto de huella digital en los análisis de sostenibilidad agrícola, como una nueva categoría que complejiza el panorama y exige nuevas métricas de evaluación.
El debate sobre las consecuencias ambientales de las tecnologías avanzadas en el agro no puede se tiene que limitar a un análisis costo-beneficio inmediato sino que es necesario considerar el ciclo de vida completo de los dispositivos, su compatibilidad con los ecosistemas locales y el marco normativo que regule su implementación y descarte.
La sostenibilidad tecnológica requiere pensar en la innovación como un proceso sistémico, que pueda combinar eficiencia, justicia ambiental y resiliencia ecosistémica. Aplicar criterios de sostenibilidad profunda es muy importante.