Las claves para implementar prácticas orgánicas en sistemas agrícolas convencionales

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El cambio en la forma de producción en la agricultura es una necesidad para responder a un nuevo escenario que exige sustentabilidad.Las prácticas orgánicas son las herramientas que se ponen en marcha. 

La sostenibilidad dejó de ser una opción para convertirse en una urgencia, los sistemas agrícolas deben cumplir con un objetivo clave que es reducir el uso de insumos sintéticos sin sacrificar productividad ni rentabilidad.

La transición hacia prácticas orgánicas reemplazando procesos de producción tradicionales se perfila como una de las estrategias más efectivas para lograrlo. Pero este proceso requiere del uso y conocimiento de tecnologías, como una base para conseguir éxito en la transición. 

No obstante, implementar prácticas orgánicas no significa que se debe certificar toda una campo como “orgánico”, al menos no de forma inmediata. Se trata de adoptar principios y métodos que mejoren la salud del suelo, promuevan la biodiversidad, reduzcan la dependencia de agroquímicos y aumenten la resiliencia del ecosistema agrícola. 

Esta transición puede ser gradual, pero requiere una planificación, capacitación y, cada vez más, el respaldo de tecnologías inteligentes que son la herramienta que generar tanto una agilidad en los procedimientos como en  precisión en ellos. 

Las prácticas a ejecutar en corto plazo 

La búsqueda hacia una agricultura sostenible es uno de los objetivos a nivel mundial, puntualmente para el cuidado de los recursos sin poner en riesgo la producción de alimentos. Por ello, el cambio de prácticas es esencial para esta transformación. 

Como primera instancia en este proceso, se debe comprender que el suelo es un sistema vivo y no es un simple soporte físico para las plantas, sino un ecosistema que necesita ser alimentado y protegido al momento de su uso. Esta consciencia es fundamental para ejecutar la agricultura. 

En los sistemas convencionales, el uso intensivo de fertilizantes químicos y pesticidas degradó la materia orgánica, la microbiota y la estructura del suelo. Por eso, el primer paso clave es regenerar la salud del suelo, que puede hacerse con la incorporación de abonos orgánicos, con siembras de cobertura, para proteger el suelo de la erosión y aportar nitrógeno, entre otras. 

También, el uso de sensores y plataformas digitales para monitoreo de humedad, materia orgánica y actividad microbiológica puede acelerar la toma de decisiones inteligentes. 

Un segundo paso es buscar la forma de sustituir insumos sintéticos por bioinsumos. Actualmente, existen biofertilizantes y bioplaguicidas a base de bacterias, hongos o extractos vegetales que cumplen funciones específicas, desde mejorar la disponibilidad de nutrientes hasta repeler insectos y patógenos.

Plataformas de agricultura de precisión como drones o sistemas de aspersión dirigidos permiten aplicar bioinsumos de forma localizada, optimizando su uso y reduciendo costos. Esta combinación entre biotecnología y tecnología digital es de gran relevancia para poner en ejecución prácticas orgánicas en grandes superficies.

Otra de las sugerencias para la transición hacia una agricultura orgánica es poder tener un manejo agroecológico de plagas y enfermedades, en vez de eliminarlas el enfoque es agroecológico busca restablecer los equilibrios naturales del ecosistema agrícola.

Esto se puede poner en marcha con  prácticas como la introducción de enemigos naturales de plagas, el diseño de paisajes biodiversos que dificulten el avance de patógenos, uso de barreras vivas, trampas y feromonas y monitoreo digital mediante cámaras e inteligencia artificial para detectar focos incipientes.

El uso de plataformas de monitoreo en tiempo real y modelos predictivos basados en datos climáticos e históricos es clave. Startups agrícolas con inteligencia artificial y aprendizaje automático sirven para predecir brotes de plagas, permitiendo una respuesta temprana. 

En la misma línea, se debe poder hacer una nueva gestión del agua. La producción orgánica, al evitar fertilizantes solubles, requiere ser más cuidadoso con este recurso natural.  La aplicación de compost mejora la capacidad de retención de humedad del suelo, pero también es esencial contar con sistemas de riego inteligentes, capaces de dosificar el recurso de forma eficiente y sin generar lixiviación.

Tecnologías como la teledetección, sensores de humedad en suelo y algoritmos de riego basado en evapotranspiración ya están disponibles para este uso, y son estos sistemas que permiten ahorrar agua y evitar enfermedades por exceso de humedad.

Pero además de poner en ejecución de prácticas, la implementación de esto no es solo un proceso técnico, sino también cultural, por lo que requiere tener la capacidad de cambiar paradigmas y poder contar con nuevos conocimientos. Por eso, la capacitación de productores y trabajadores rurales es  de suma importancia. 

Lo cierto es que la incorporación de  prácticas orgánicas en sistemas convencionales se trata de un cambio estructural que está en marcha, al ser una  respuesta estratégica ante las crisis climática, ambiental y de salud pública que atraviesa el planeta.

Lo que antes parecía exclusivo de pequeños productores o nichos alternativos, hoy se transforma en un modelo viable, rentable y tecnológicamente eficaz para empresas agrícolas de todos los tamaños.

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