Cuando se piensa en producción orgánica, lo primero que suele venir a la cabeza es algo bastante manual, artesanal. Gente caminando entre los cultivos, cuidando todo a mano, con pocas máquinas. Y algo de eso hay. Pero también está pasando otra cosa.
Algunas herramientas que antes parecían propias del agro más industrial ahora se están usando en el mundo orgánico. La empresa argentina Agro Sustentable es una de las impulsoras del uso de drones y sensores entre los cultivos orgánicos, que están apareciendo cada vez más.
No es que ahora los campos orgánicos están llenos de tecnología. Pero algunos productores están empezando a probar con estas cosas, sobre todo para tener más información y poder tomar mejores decisiones. Porque una cosa es recorrer el lote a pie, y otra es tener imágenes desde arriba o datos que muestran lo que está pasando sin tener que estar todo el día en el terreno.
Ver desde arriba ayuda a entender
Los drones no son solo para sacar fotos lindas. En el campo, sirven para mirar desde el aire lo que cuesta ver desde el suelo. Un lote puede parecer parejo, pero desde arriba se notan diferencias. Partes que crecen más lento, zonas que retienen más humedad, lugares donde el verde es más claro o más apagado. Todo eso se puede registrar con imágenes. Algunas veces, incluso, con cámaras que captan lo que el ojo no ve.
¿Qué tipo de datos pueden aportar los sensores?
Acá entra otro componente. En muchos casos, los drones se combinan con sensores que miden distintos parámetros: humedad del suelo, temperatura, radiación solar, nivel de verdor en las hojas, entre otros. También se pueden usar sensores fijos, puestos en el terreno, que van registrando datos todo el día. Algunos mandan la información en tiempo real, otros la guardan y se revisa después.
Con esa información, se puede saber si una parte del lote está más seca que otra, si hay algún problema de drenaje, si las plantas están usando bien la luz, si les falta algo. No es una cuestión de precisión matemática. Es una guía. Ayuda a entender lo que pasa sin necesidad de andar adivinando. Y eso, para quienes cultivan sin agroquímicos, hace la diferencia.
¿Tiene sentido usar estas tecnologías en campos orgánicos?
Sí, aunque al principio puede parecer que no pegan mucho. En general, la producción orgánica trata de reducir al mínimo el uso de insumos externos. Es más bien observación, conocimiento del suelo, del clima, de las plantas. Pero justamente por eso, si hay herramientas que permiten observar mejor, tienen sentido.
No se trata de controlar todo con máquinas, ni de hacer que el campo se parezca a una fábrica. Es al revés. Es usar lo que hay para acompañar lo que ya se viene haciendo. Si un sensor detecta que cierta zona retiene demasiada agua, se puede revisar el manejo del riego. Si el dron muestra que el crecimiento es desparejo, tal vez convenga mejorar el compost en esa parte.
¿Quiénes están usando estas herramientas?
Por ahora, se ve más en proyectos medianos que tienen cierta estructura. Algunas cooperativas, emprendimientos familiares más organizados, o productores que ya venían incorporando prácticas agroecológicas y se animan a probar con herramientas nuevas.
También hay asesorías técnicas que llevan estas tecnologías a zonas donde todavía no son tan comunes e incluso empresas que ofrecen el servicio de vuelos con drones o sensores para evaluar los campos.
Los resultados
No hay números cerrados, pero lo que sí se ve es que los que usan estas tecnologías logran ajustar mejor el manejo. Se reduce el desperdicio de agua, se detectan antes los problemas, se puede organizar mejor el trabajo. No significa que los rendimientos se disparen. Pero sí que hay menos sorpresas. Y en una producción orgánica, donde todo es más sensible, eso vale mucho.
Además, muchos productores destacan que con esta información se puede justificar mejor lo que se hace. Al tener datos, se pueden mostrar procesos, explicar decisiones, armar registros que ayudan en la certificación. También es una manera de acercarse a consumidores que valoran saber cómo se cultiva lo que compran.
Una mezcla entre campo y tecnología
Lo interesante de todo esto es que no se trata de cambiar la lógica del agro orgánico. Al contrario, la idea es reforzarla. Usar herramientas que aporten sin imponer una forma única de producir. Que sumen conocimiento sin reemplazar la mirada del productor.
La tecnología, en este caso, no viene a intervenir. Viene a acompañar. Ayuda a mirar mejor. A entender lo que pasa en el lote sin necesidad de estar corriendo atrás de los problemas. Y eso, para quienes trabajan con la tierra de una manera más respetuosa, puede ser una buena herramienta.