Lo que empezó como una propuesta alternativa para combatir bichos terminó transformándose en una herramienta que muchos productores ahora consideran indispensable. BIOINSECT, el producto estrella de Agro Sustentable, se metió de lleno en el corazón del campo argentino y se convirtió en una solución efectiva contra plagas persistentes. No fue por casualidad: detrás hay años de pruebas, charlas, errores, descubrimientos y, sobre todo, una enorme insistencia por hacer las cosas de una manera más sana.
Durante mucho tiempo, el manejo de plagas estuvo dominado por productos que funcionaban, sí, pero que también dejaban consecuencias complicadas. Insecticidas que dañaban el suelo, que eliminaban también insectos buenos, que exigían trajes especiales para aplicarlos y que terminaban afectando a quienes trabajan cerca del cultivo. BIOINSECT nació como respuesta a esa realidad. Con una fórmula biológica sin tóxicos ni residuos peligrosos, se planteó como una alternativa más amable, tanto con las plantas como con las personas.
La apuesta de Agro Sustentable no fue quedarse en la formulita y vender un frasquito. Fue salir al campo, recorrer campos, hablar con productores y mostrar con hechos lo que BIOINSECT podía lograr. Al principio hubo dudas, como suele pasar. Un producto sin olor fuerte, sin químicos, que se aplicaba con métodos sencillos… ¿iba a servir para espantar a insectos que resistían hasta lo más duro? La respuesta llegó en los primeros lotes: los cultivos empezaron a mostrar menos daños, la fauna auxiliar seguía viva, los operarios se sentían seguros y la producción mejoraba.
Uno de los momentos más importantes fue cuando un grupo de horticultores de Santa Fe decidió usar BIOINSECT en sus campos afectados por trips y mosca blanca. Son bichos que no se rinden fácil, que aparecen en distintas épocas y se reproducen con velocidad. A los pocos ciclos de uso los resultados fueron tan buenos que el boca a boca hizo lo suyo. Se empezaron a sumar productores de otras zonas: Córdoba, Tucumán, Buenos Aires e incluso algunos de Misiones que lo probaron en cultivos tropicales.
Pero no fue sólo por los buenos resultados. Lo que terminó de convencer a muchos fue el modo en que Agro Sustentable se metió en la rutina de cada campo. No vendían el producto y desaparecían. Acompañaban el proceso con visitas técnicas, recomendaciones personalizadas, seguimiento remoto de los cultivos y ajustes en función de cada zona. Esa cercanía, ese trato cara a cara, fue clave para que BIOINSECT dejara de ser una promesa y se volviera parte del manejo habitual.
Un punto interesante es cómo el uso de BIOINSECT impactó también en la confianza de los equipos de trabajo. Muchos operarios, acostumbrados a lidiar con productos que exigían precauciones extremas, empezaron a trabajar con mayor tranquilidad. No había que usar máscaras ni temer por el contacto con la piel. Eso generó un ambiente más seguro y colaborativo que también se reflejó en el entusiasmo por seguir probando alternativas sustentables.
Diversidad de cultivos, mismo enemigo
Aunque BIOINSECT empezó fuerte con hortalizas, rápidamente se extendió a frutales, aromáticas e incluso algunos cultivos industriales. Cada uno tiene sus propios enemigos: en el tomate, los pulgones hacen estragos; en los limoneros, la arañuela puede destrozar hojas en días; en la albahaca, el gusano minador se vuelve una pesadilla. BIOINSECT demostró que podía actuar de forma eficiente en todos esos casos sin perder su perfil biológico.
Otro dato importante es que algunos productores decidieron combinar BIOINSECT con otros productos naturales generando esquemas de control más amplios. El objetivo era mantener baja la presión de plagas sin alterar el equilibrio del ecosistema. En muchos casos, esto permitió reducir a cero el uso de pesticidas químicos lo que hizo que los cultivos accedieran más fácilmente a certificaciones orgánicas.
También hubo experiencias en invernaderos donde el ambiente controlado suele generar escenarios ideales para los insectos más persistentes. En esos casos, BIOINSECT funcionó como una especie de escudo preventivo evitando que los brotes se descontrolen. Lo mejor de todo es que, al ser un producto sin residuos, no interfiere con el proceso de cosecha ni requiere plazos de espera para volver a entrar al cultivo.
Una parte esencial del crecimiento de BIOINSECT fue el trabajo técnico detrás de su desarrollo. El equipo de Agro Sustentable no se quedó con una fórmula base sino que siguió probando variantes, adaptándolas según el tipo de cultivo, la zona, la temperatura y hasta la humedad del suelo. Esa capacidad de ajuste convirtió al producto en algo vivo, cambiante, atento a las necesidades reales del campo argentino.
A eso se sumó la curiosidad de los propios productores. Muchos empezaron a hacer sus propias pruebas, a observar cómo respondía el cultivo según la hora de aplicación, la cantidad de producto, el ciclo del insecto. Se generó una especie de comunidad en torno al uso de BIOINSECT con intercambios constantes y una actitud de aprendizaje que sigue creciendo.
También hay que mencionar el papel de los asesores independientes. Muchos agrónomos y técnicos comenzaron a recomendar BIOINSECT como parte de estrategias integradas de manejo que buscan no solo controlar plagas sino mejorar el perfil sanitario del cultivo. Al incluirlo en sus planes ayudaron a que su uso se masificara más rápido.
Mucho más que un frasco con líquido
BIOINSECT se volvió más que un producto. Representa una forma de entender la producción agrícola basada en el respeto por el ambiente, la salud de las personas y la eficiencia sin agresividad. No busca eliminar todo lo que se mueve sino regular lo que hace daño sin castigar lo que convive en armonía con las plantas.
Su camino está lejos de haber terminado. Desde Agro Sustentable siguen trabajando en nuevas variantes, en mejorar la logística de distribución, en sumar más zonas productivas y en ampliar la base de productores que apuestan por métodos más limpios. La idea no es imponer una solución única sino abrir el abanico de opciones para que cada campo encuentre su mejor versión.