A poco que cumplir el plazo establecido, comienzan a alienarse las acciones en la industria agrícola para lograr los objetivos establecidos ya que 10 de los 17 involucran al sector.

Desde su aprobación por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es un llamado urgente a la acción para transformar el mundo.
En su conformación se establecieron 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La Agenda propone una visión integral para poder enfrentar la pobreza, proteger el planeta y asegurar un futuro próspero para el planeta y sus habitantes.
En este escenario, el sector agrícola ocupa un lugar importante y estratégico, debido a que no está tomado solo por una actividad económica, sino también como una herramienta clave en la seguridad alimentaria, la conservación de ecosistemas y la lucha contra el cambio climático.
Hoy, a cinco años del plazo fijado, aún se busca como hacerlo con eficacia, escalabilidad y justicia social. La innovación tecnológica se consolida como un instrumento primordial para cumplir los ODS en el ámbito rural, siendo la herramienta que permite la transición hacia una agricultura más resiliente, eficiente y ambientalmente responsable.
Agricultura sostenible, el uso de tecnología y el pilar de los ODS
La agricultura está directamente vinculada a al menos 10 de los 17 ODS. Desde el ODS 2 que trata el hambre Cero, que promueve sistemas alimentarios sostenibles y la mejora de la nutrición, hasta el ODS 13, acción por el clima, que exige mitigar los efectos del cambio climático, el área tiene una responsabilidad en la consecución de metas globales.
Sin embargo, cumplir con los objetivos tiene grandes desafíos. La producción agrícola debe aumentar para alimentar a una población proyectada de más de 9.000 millones de personas en 2050, sin extender las fronteras agrícolas ni agotar los recursos naturales.
Este objetivo solo puede resolverse mediante una transformación estructural que combine tecnología, conocimiento ancestral, prácticas regenerativas y políticas públicas coherentes
Las innovaciones tecnológicas tiene un papel relevancia ya que se utilizan para redefinir el mapa de la producción agropecuaria. Desde sensores de humedad y sistemas de riego inteligente, hasta inteligencia artificial (IA) y big data son aplicados al monitoreo de cultivos.
La llamada agricultura 4.0 está demostrando su gran potencial para reducir el uso de insumos químicos, optimizar recursos hídricos y mejorar los rendimientos sin degradar el suelo.
Uno de los ejemplos más relevante es el uso de drones y satélites para el monitoreo de cultivos. Estos dispositivos permiten tener imágenes en tiempo real del estado del suelo, identificar zonas de estrés hídrico o plagas, y tomar decisiones precisas con base en datos
A nivel de pequeñas y medianas fincas, herramientas móviles y plataformas digitales están facilitando el acceso a mercados, créditos y capacitaciones técnicas, reduciendo así las brechas de desigualdad rural.
También tecnologías emergentes como la biotecnología vegetal, los sistemas de agricultura vertical y la producción hidropónica están dando lugar a nuevas posibilidades para la producción sostenible en ambientes urbanos y en regiones afectadas por el cambio climático.
Asimismo, la Agenda 2030 también impulsa una mayor transparencia en las cadenas de valor. Los consumidores exigen saber de dónde vienen los alimentos, cómo fueron producidos y qué impacto generan. La funcionalidad digital, dada por blockchain y sensores IoT, permite tener un registro de todo el ciclo productivo, desde la semilla hasta el punto de venta, lo que permite tener un análisis de la situación.
Las certificaciones ambientales, como la de Empresa B, orgánico o comercio justo, se posicionaron como herramientas de gran relevancia para validar cual es el compromiso de los productores con los principios del desarrollo sostenible.
Estas certificaciones no solo realzan la reputación y el valor agregado de los productos, sino que también da paso a mercados internacionales que son cada vez más exigentes.
Pero ninguna transformación estructural es posible sin políticas públicas que acompañen e incentiven el cambio. Gobiernos, organismos y sectores privados deben actuar de manera coordinada para fomentar inversiones sostenibles, facilitar el acceso a tecnologías limpias y apoyar a los pequeños agricultores.
No obstante,la implementación de la Agenda 2030 en el sector agrícola aún tiene diversos obstáculos que van desde brecha digital rural, la falta de acceso a financiamiento, la escasa educación ambiental y técnica, como así también los efectos del cambio climático, siguen impactando.
No obstante, el riesgo incide en que la revolución tecnológica potencie las desigualdades en lugar de reducirlas. Por eso, la sostenibilidad debe verse con términos ambientales, sociales y culturales.
Por ello, ahora la Agenda 2030 es el principio de un camino hacia una agricultura más justa, resiliente y ambientalmente responsable. La innovación tecnológica es de gran utilidad, pero el cambio solo será posible con compromiso político, cooperación internacional y una ciudadanía activa e informada.
Lo cierto es que el cambio que se necesita parte de una decisión ética, una urgencia climática y una oportunidad para poder colaborar con el progreso con la naturaleza.