Integración de la innovación en la agricultura mundial

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La agricultura atraviesa un gran cambio en su proceso productivo para responder a las nuevas necesidades del mundo. Un punteo sobre los usos de las innovaciones que se utilizan.

En un escenario actual atravesado por el crecimiento demográfico, el cambio climático y la degradación de los recursos naturales, la industria agrícola enfrenta uno de los desafíos más complejos que es producir más alimentos, de manera más eficiente y sostenible.

La innovación tecnológica se posiciona como una pieza clave en la transformación profunda en la agricultura mundial que se precisa para cumplir con el objetivo. Sin embargo, poder incorporar estas herramientas no es solo poder incorporar tecnología sino tener la capacidad de rediseñar los modelos de producción, políticas públicas y culturas agrícolas con el objetivo de garantizar su sostenibilidad a largo plazo.

La agricultura en plena transición

La agricultura tiene una larga historia con la humanidad. Desde la Revolución Verde del siglo XX, que incorporó fertilizantes sintéticos, maquinaria pesada y monocultivos intensivos. Si bien este paradigma logró minimizar el hambre en muchas regiones, pero también generó consecuencias ambientales, generando pérdida de biodiversidad, contaminación de suelos y aguas, y una alta dependencia de insumos químicos.

Hoy, el enfoque de esta actividad cambió por completo hacia una transición para conseguir una agricultura más resiliente y sostenible. Por supuesto que se apoya en el uso estratégico de tecnologías emergentes como la inteligencia artificial, el Internet de las Cosas (IoT), los sistemas de información geoespacial, la robótica y las soluciones biotecnológicas.

Con el uso de estas herramientas, se da paso a  maximizar el uso de recursos, reducir el impacto ambiental que genera la industria y poder mejorar la productividad, pero su adaptación no tiene un sencillo camino. 

Como uno de los avances más relevante en la última década en la agricultura se destaca la llamada  tecnología de precisión.  Esta se desarrolla con el uso de sensores instalados en tractores, drones o  en el suelo con los que los agricultores pueden monitorear en tiempo real variables críticas  de la actividad como la humedad, nutrientes, plagas y desarrollo del cultivo. 

Estos datos son procesados por algoritmos de inteligencia artificial que permiten decisiones más precisas respecto en el uso de agua, fertilizantes o pesticidas, lo que se traduce a una disminución de los residuos y aumentando la eficiencia.

Un ejemplo es el uso de drones equipados con cámaras multiespectrales que pueden detectar enfermedades o deficiencias nutricionales antes de que sean visibles al ojo humano. a.

También, la biotecnología agrícola también ganó protagonismo en la innovación en el área con nuevas técnicas de edición genética que están permitiendo desarrollar variedades de cultivos más resistentes a enfermedades, sequías y temperaturas extremas. 

Esto es un gran paso en relación de cambio climático, siendo que hay fenómenos meteorológicos  más frecuentes y son una amenaza para la seguridad alimentaria global, siendo que se pueden obtener cultivos más resistentes. 

Además, la biotecnología es utilizada para regenerar suelos degradados mediante el uso de  microorganismos, que mejoran la absorción de nutrientes y son aplicados como biofertilizantes. Esta línea de innovación es clave en regiones que tienen una explotación grande del suelo  y necesitan restaurar su capacidad productiva. 

En este sentido, el enfoque regenerativo está ganando un importante lugar al ser una respuesta al colapso de los ecosistemas productivos. Se trata de un modelo que no solo busca reducir el daño ambiental, sino revertirlo, aumentando la fertilidad del suelo, capturando carbono atmosférico y promoviendo la biodiversidad.

Tecnologías que utilizan sensores de carbono del suelo, con incorporación de análisis satelital y machine learning, permiten analizar y cuantificar el impacto de las prácticas regenerativas, facilitando el acceso a mercados de bonos de carbono para productores.

Pese al gran avance que generan estas innovaciones, su adaptación a nivel mundial es complicado, en primera instancia por la existencia de la brecha digital en el ámbito rural. Muchos pequeños productores, especialmente en países en desarrollo, carecen de acceso a conectividad, financiamiento o formación técnica para implementar soluciones innovadoras.

Esta desigualdad genera el riesgo de una agricultura desigual que se puede desarrollar en mismo espacios, siendo que parte con acceso a capital y tecnología se desarrollan rápidamente con sistemas inteligentes, mientras otras con pequeños productores siguen implementando modelos tradicionales poco rentables y degradantes para el medio ambiente.

Para evitar este escenario, es necesario que las políticas públicas estén alineadas con esta transformación y  puedan impulsar la inclusión digital en las zonas rurales. Por este motivo, la agricultura del futuro no  dependerá únicamente del uso de la tecnología, sino de la capacidad de poder adaptarla en sistemas productivos diversos. 

Para esto se necesita un marco regulatorio, que pueda  ser parte de esta transición, para asegurar que sea equitativa. Esto incluye desde subsidios para tecnologías limpias y créditos verdes, hasta marcos regulatorios que reconozcan nuevas formas de producción sostenible, como la agroecología y la agroforestería digital. También implica invertir en educación. 

La tecnología bien utilizada puede convertirse en la gran herramienta para transformar la forma en la que se cultiva, protege y usa los recursos naturales.

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