Laboratorios a Cielo Abierto: Innovación para el futuro de la Tierra

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Con un trabajo en el campo de gran impacto, nuevas herramientas son necesarias para su cuidado. Un punteo de este enfoque que propone un cuidado desde el territorio. 

Las crisis climáticas, la inseguridad alimentaria y la pérdida acelerada de biodiversidad, son las grandes preocupaciones del sector agro en la actualidad y esto lleva a un análisis sobre las prácticas, dejando en evidencia que  el modelo tradicional de investigación científica puede ser insuficiente para responder a la urgencia del momento.

Ante este escenario, una nueva forma de manejar el conocimiento surge para responder a las inquietudes que se presentan en la actualidad. Se trata de los Laboratorios a Cielo Abierto, siendo espacios donde la ciencia, la tecnología y las comunidades se trabajan en conjunto para pensar y construir el futuro en tiempo real, la particularidad de la propuesta es que se hace en el territorio.

Estos “open labs” de campo, que surgen en distintos rincones del mundo, desde los Andes hasta los países nórdicos, se presentan como plataformas de innovación abierta enfocadas a la sostenibilidad.

Se tratan de territorios vivos donde se testean tecnologías regenerativas, modelos agrícolas resilientes, soluciones basadas en la naturaleza y prácticas socioambientales colaborativas, con un enfoque transdisciplinario y multisectorial. Prueba y error en el campo donde sucede todo es un eje fundamental para una nueva perspectiva de conocimiento y acción para las prácticas.

Qué es un Laboratorio a Cielo Abierto y cómo impacta en la agricultura

A diferencia de los laboratorios convencionales, donde las condiciones están controladas, los Laboratorios a Cielo Abierto se desarrollan en los sistemas  productivos y naturales, teniendo un contacto directo en el día a  día en el campo y los desafíos que presenta a cada territorio. 

De esta forma, productores, investigadores, startups, gobiernos locales, pueblos originarios, ONGs y universidades se reunen para trabajar en torno a un objetivo común: encontrar soluciones innovadoras y sostenibles que puedan escalar y adaptarse a diferentes realidades.

Este enfoque responde a los principios de la innovación abierta, que propone compartir conocimiento y crear soluciones entre múltiples actores, rompiendo con la lógica de patentes cerradas o avances restringidos a laboratorios académicos. 

Al hacerlo en ambientes reales y dinámicos como son los campos, humedales, reservas naturales o comunidades rurales, buscan  garantizar la validación práctica, la pertinencia social y la posibilidad de réplica.

Este modelo, que promete respuestas válidas para aplicar se expande rápidamente. En Latinoamérica, por ejemplo, diversas experiencias están integrando sensores IoT, drones, plataformas de monitoreo satelital y algoritmos de inteligencia artificial al servicio de prácticas agrícolas regenerativas. 

El objetivo no es solo aumentar la productividad, sino hacerlo respetando los ciclos ecológicos, optimizando el uso del agua, minimizando agroquímicos y restaurando la salud del suelo.

El punto estratégico de los Laboratorios a Cielo Abierto es su capacidad para tratar problemas complejos desde múltiples perspectivas, combinando conocimiento de la ciencia y el saber local, entre tecnología y naturaleza. Lejos de imponer soluciones externas, estos espacios promueven la inteligencia colectiva y la experimentación situada.

Este modelo permite también este cambio que se precisa respecto a implementar formas de producción regenerativas que van más allá de la sostenibilidad. Y no que no solo reducen impactos negativos, sino que restauran ecosistemas, fortalecen comunidades y reactivan economías locales. 

En este punto, la agroecología, la permacultura, el diseño regenerativo y la tecnología se integran en una visión integral. 

Lo cierto es que por su funcionalidad, los Laboratorios a Cielo Abierto son una apuesta por el futuro pero en pleno desarrollo en el presente y en los territorios puntuales, siendo que representan una forma de una agricultura más justa, regenerativa y resiliente, no desde la teoría, sino desde la práctica compartida.

Ademas, se tratan de espacios de aprendizaje constante donde el error no es un obstáculo, sino una parte necesaria del proceso de innovación. Cada estación del año, cada cosecha, cada diálogo entre saberes es la oportunidad para acercarse a soluciones más vivas, más humanas, más alineadas la Tierra.

Los Laboratorios a Cielo Abierto son ejemplo de la innovación verdadera que no nace en un escritorio ni en una computadora, sino en el encuentro entre personas, tecnologías y paisajes. 

Pero lo cierto es que una de las barreras que se presentan en los Laboratorios a Cielo Abierto es que se pueda lograr que sus aprendizajes y soluciones no queden en experiencias piloto o territorios aislados sino que puedan aplicarse, por lo que se necesitan marcos normativos flexibles, inversiones públicas y privadas orientadas a la innovación sostenible y alianzas sólidas entre actores diversos.

También, la falta de infraestructura digital en zonas rurales, las asimetrías de acceso al conocimiento y los marcos legales desactualizados pueden ser un limitante para el avance de este enfoque en el campo, el rol de las políticas públicas, las universidades y las plataformas de inversión de impacto son claves. 

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