El pepino es un cultivo que parece simple, pero no lo es. Necesita atención constante y uno de los puntos más importantes es el riego. El agua no es solo un detalle técnico sino una parte clave del proceso. Si se riega de más, las raíces se ahogan. Si se riega de menos, la planta sufre y no da buenos frutos. Encontrar el equilibrio es todo un arte y ese arte define en buena parte el éxito o el fracaso de una producción.
En lugares donde el clima es seco o el suelo no retiene bien el agua ese equilibrio se vuelve todavía más difícil de lograr Y ahí es donde entra la tecnología, pero también la experiencia. No alcanza con abrir una canilla o programar un timer. Hace falta saber leer la planta, observar el suelo, entender el ciclo del cultivo. Cada etapa necesita una cantidad distinta de agua. Cuando recién está creciendo, el pepino demanda más humedad. En cambio cuando empieza a florecer y a formar los frutos, un exceso de agua puede hacer que las flores se caigan o que los frutos se deformen.
Joaquín Basanta, presidente de Agro Sustentable, suele remarcar que el riego no es una acción mecánica sino una decisión que puede cambiar el rumbo de un cultivo. Desde la empresa vienen acompañando a productores que mejoraron notablemente sus cosechas no por regar más sino por hacerlo de manera más eficiente. Ajustar el momento, la cantidad y la forma en que se aplica el agua muchas veces marca la diferencia entre un resultado regular y uno realmente exitoso.
En campos donde se trabaja con insumos biológicos, como los que promueve Agro Sustentable, el riego también influye sobre la vida microbiana del suelo. Las bacterias beneficiosas que viven ahí necesitan cierta humedad para desarrollarse. Si el suelo se seca demasiado, esa microbiología se frena y si se inunda, directamente muere. Por eso, cuidar el agua también es cuidar ese ecosistema invisible que sostiene a la planta desde abajo.
Además, un riego mal manejado puede traer más problemas de los que resuelve. Cuando el agua queda estancada en la base de la planta, aparecen hongos. Si las hojas se mojan en horarios de mucho sol, se queman y si no hay un control fino, se desperdicia agua, energía y tiempo. En muchos casos, pequeños ajustes en la frecuencia, el horario o el tipo de riego ya hacen una gran diferencia.
Técnicas que ayudan a usar mejor el agua
No todos los sistemas de riego funcionan igual. El riego por aspersión, por ejemplo, moja tanto la planta como el suelo y eso puede ser un problema si hay alta humedad en el ambiente. En cambio, el riego por goteo entrega el agua directo a la raíz, lo que reduce el desperdicio y mejora la eficiencia. Este sistema, además, permite agregar fertilizantes o bioinsumos directamente al agua lo que facilita mucho el manejo diario del cultivo.
También es clave pensar en los horarios. Regar cuando el sol está fuerte no solo es ineficiente, también puede hacer que parte del agua se evapore antes de llegar al suelo. Lo ideal es hacerlo temprano a la mañana o cuando baja el sol para que la planta pueda absorber el agua sin estrés. Aunque parezca un detalle, elegir bien el momento del riego puede evitar muchos problemas.
Otro punto importante es la calidad del agua. Algunas zonas tienen agua con mucha sal o con minerales que se van acumulando en el suelo y terminan afectando las raíces. En esos casos, el riego debe ir acompañado de una estrategia para controlar esos excesos, ya sea con lavados periódicos del suelo o con productos que mejoren la estructura del mismo. Agro Sustentable también trabaja en esa línea combinando prácticas tradicionales con soluciones innovadoras.
Agua y clima: una relación cambiante
Con el cambio climático, las lluvias son cada vez más irregulares. En algunas zonas, llueve todo de golpe y después pasan semanas sin una gota.
Muchos productores, al ver que el clima ya no sigue patrones previsibles, empezaron a registrar lo que pasa en sus propios lotes. Anotan cuándo regaron, cuánta agua usaron y cómo respondió el cultivo. Esa información que antes parecía innecesaria, ahora vale oro. Basanta insiste en que medir es clave para mejorar. Si el productor no sabe lo que pasa debajo del suelo, toma decisiones a ciegas y pierde oportunidades para optimizar el cultivo.
Esa forma de trabajar, basada en la observación y el registro, se alinea con la filosofía de Agro Sustentable. La empresa no impone soluciones de arriba hacia abajo sino que acompaña al productor para que él mismo entienda su campo y encuentre la mejor forma de manejarlo. El riego entra en ese enfoque como una herramienta clave pero no aislada. Se combina con el tipo de suelo, el clima, la variedad de pepino que se cultiva y también con la forma en que se usan los bioinsumos.
El objetivo es claro: lograr una producción sana, constante y rentable, sin castigar al suelo ni al agua. Porque si el suelo se degrada o si el agua se agota, el sistema se cae. Por eso, pensar el riego como parte de un sistema más amplio es fundamental. No alcanza con tener una bomba potente o una manguera larga. Hace falta saber cuándo, cuánto y cómo y eso, aunque parezca simple, es lo que marca la diferencia.