Las certificaciones suelen generar desconfianza. Para muchos productores son una carga más. Más papeles, más controles, más tiempo perdido. Pero cuando hablamos de la certificación B, el panorama cambia. No es solo un sello para cumplir con un estándar. Es una decisión. Es una forma distinta de pensar el negocio donde las personas, el ambiente y el propósito valen tanto como los números del balance.
En el caso de la agricultura no se trata solo de vender verduras o frutas, sino de cómo se cultivan, quién las produce, qué impacto dejan en la tierra y cómo se cuida a quienes trabajan. La certificación de Empresa B pone la lupa en eso. Evalúa prácticas reales, no solo declaraciones lindas en un folleto. ¿El suelo se cuida o se degrada? ¿El agua se usa de forma responsable o se desperdicia? ¿El equipo de trabajo está protegido o expuesto a riesgos evitables? ¿Se respetan las comunidades donde se produce o se las ignora?
Cuando una empresa agrícola se certifica como B, lo que está diciendo es: nos hacemos cargo. De lo que producimos, de cómo lo hacemos y del lugar que ocupamos dentro del sistema.
Un caso concreto: pepinos y compromiso ambiental
Un ejemplo de cómo esta certificación impacta en el día a día es Agro Sustentable. Esta empresa argentina lleva varios años trabajando con cultivos orgánicos y promueve el uso de bioinsumos en lugar de agroquímicos convencionales. Su línea de acción se apoya en una lógica simple: si se puede producir cuidando el suelo y reduciendo el daño ambiental, ¿por qué seguir haciendo las cosas igual que siempre?
Uno de sus cultivos más representativos es el de pepinos. En distintas zonas del país, Agro Sustentable acompaña a productores que eligen dejar atrás los químicos de síntesis y optar por soluciones biológicas. En lugar de usar insecticidas tóxicos, aplican productos como BIOINSECT desarrollados a base de microorganismos naturales. Para el control de enfermedades aplican mezclas de bacterias y hongos benéficos que mejoran la salud del cultivo sin alterar el ecosistema del campo.
La certificación B no exige que una empresa sea perfecta, sino que se comprometa a mejorar. A revisar sus procesos. A escuchar críticas. A ajustar sus prácticas cuando algo no funciona como debería. En el caso de Agro Sustentable eso se traduce en visitas técnicas regulares, monitoreos ambientales, análisis del suelo y un seguimiento constante del impacto que genera cada decisión.
Además esta forma de producir atrae a un tipo de consumidor que no se guía solo por el precio o la apariencia del producto. Son personas que valoran la trazabilidad, que quieren saber de dónde viene lo que comen y cómo se produjo y ese es otro impacto directo de la certificación B: conecta productores conscientes con consumidores informados.
Este modelo de cultivo permite, por ejemplo, evitar el uso de fungicidas que dejan residuos en el fruto. Eso mejora la calidad final del producto y permite que esos pepinos puedan entrar sin problemas a mercados más exigentes como los europeos o algunos nichos del mercado norteamericano. No es una estrategia de marketing. Es una forma distinta de ver el negocio.
También cambia la manera de relacionarse con las personas que trabajan en el proceso productivo. Agro Sustentable promueve capacitaciones, entrega equipos de protección adecuados, asegura condiciones de trabajo más justas y busca reducir los riesgos asociados a las tareas rurales. La certificación B evalúa todo eso. No basta con que el cultivo sea “verde” si las personas que lo cosechan están expuestas o precarizadas.
Este enfoque ayuda a revalorizar la agricultura. Porque no se trata solo de sembrar, regar y cosechar. Se trata de cómo se construye una red de producción que genere alimentos sanos sin arrasar con el ambiente ni dejar personas en el camino.
En algunos casos, ese cambio de lógica cuesta. Hay que convencer a productores que están acostumbrados a otros métodos. Hay que ajustar costos, buscar nuevas soluciones, invertir tiempo en ensayos, hacer pruebas de campo y también lidiar con ciertos prejuicios. Pero cuando los resultados aparecen, se nota. El suelo mejora. Las plantas responden mejor. Las plagas bajan. La calidad del producto sube y el productor empieza a ver que no se trata de una moda, sino de una forma más inteligente de trabajar.
Agro Sustentable eligió ese camino y lo recorre con un equipo técnico que acompaña en cada etapa, con herramientas que facilitan el seguimiento de los cultivos y con una mirada que busca resultados sin destruir lo que hay alrededor. La certificación B funciona como una brújula para ordenar esas decisiones. No se trata de cumplir con un papel para mostrar en una feria. Se trata de tener una base sólida desde la cual proyectar una producción más coherente, más transparente y más humana.
Cuando una empresa agrícola da este paso no solo mejora su producto. Mejora su forma de estar en el mundo y eso, aunque no siempre se vea en la góndola, se siente en el campo. Porque producir con responsabilidad es sembrar futuro. Eso es lo que realmente importa.