Sembrando sostenibilidad: tecnologías para un campo más limpio

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Los campos pueden ser verdes pero no siempre son limpios. Producir alimentos genera gases que calientan el planeta. No es algo que se vea a simple vista, pero está ahí: en los tractores que queman combustible, en los fertilizantes que liberan óxidos de nitrógeno, en los suelos que pierden carbono, en el transporte de cosechas y en la cantidad de energía que se necesita para mantener el sistema funcionando. Todo eso suma. Y mucho.

Reducir la huella de carbono no es solo una tarea de las grandes industrias o de los gobiernos. También es un desafío para quienes producen frutas, verduras, granos, carne o leche y hay formas concretas de hacerlo. Algunas ya están en uso otras empiezan a instalarse con fuerza. La clave está en pensar distinto, en cambiar prácticas, en usar herramientas más eficientes. No se trata de retroceder ni de producir menos sino de hacerlo mejor.

Uno de los caminos más firmes para avanzar en esa dirección es el de los bioinsumos. En lugar de usar productos químicos que se fabrican a partir del petróleo muchos productores están apostando por soluciones biológicas que respetan los ciclos naturales y que, al mismo tiempo, permiten mantener buenos rendimientos. Bacterias, hongos y extractos vegetales están reemplazando insecticidas, fungicidas y fertilizantes sintéticos.

Agro Sustentable, una empresa argentina que hace tiempo viene apostando por otra forma de producir, no se queda en lo teórico ni vende promesas vacías. Su compromiso con el ambiente se ve en cada lote que acompaña, en cada productor que decide cambiar. Trabajan codo a codo ofreciendo soluciones reales que permiten bajar el impacto sin perder rendimiento. Porque transformar el agro no pasa por decirlo, pasa por hacerlo.

En los cultivos de pepino se nota que es posible bajar el impacto ambiental sin afectar el rendimiento. Agro Sustentable trabaja junto a productores que dejaron de usar pesticidas comunes y pasaron a controlar las plagas con productos biológicos como BIOINSECT. Esta alternativa protege la planta sin afectar a los insectos útiles ni al suelo ni al agua y como no se fabrica con energía proveniente de combustibles fósiles, su huella de carbono es mucho más baja.

Tecnología, decisiones y manejo más eficiente

La tecnología también ayuda con herramientas que permiten aplicar productos de forma más precisa. No hace falta inundar todo un lote para tratar una plaga. Hoy se puede saber exactamente dónde está el problema y actuar solo en ese punto. Eso significa menos insumos, menos gasto y menos emisiones. Hay sensores que miden el estado del suelo, estaciones meteorológicas que anticipan enfermedades y drones que detectan zonas estresadas. Todo eso sirve para tomar mejores decisiones y actuar solo cuando hace falta.

También hay un cambio fuerte en cómo se trabaja la tierra. El uso de maquinaria más liviana y de prácticas como la siembra directa ayuda a mantener el carbono en el suelo. Labrar menos significa emitir menos. Además, mantener una cobertura vegetal todo el año protege la estructura del suelo y mejora la absorción de agua. Al sumar cultivos de cobertura o intercalar especies que fijan nitrógeno se puede reducir el uso de fertilizantes y mejorar la salud del suelo.

En los sistemas orgánicos como los que apoya Agro Sustentable estas prácticas son casi obligatorias. No se pueden usar agroquímicos así que hay que encontrar otras maneras de nutrir el suelo y defender los cultivos. Compost, abonos verdes, biofertilizantes, rotaciones bien pensadas… todo suma y no solo para que las plantas crezcan bien sino para que todo el sistema funcione de forma más estable y limpia.

El riego también es un punto clave. Usar menos agua no sólo es una cuestión de ahorro hídrico, también tiene que ver con energía. Extraer, bombear y distribuir agua consume electricidad o combustible. Cuando se pasa de sistemas antiguos a riego por goteo se puede lograr un gran ahorro. Además, al mantener la humedad justo donde la planta la necesita, se evita la evaporación y el desperdicio. Eso se traduce en menos emisiones indirectas.

En el caso del pepino, Agro Sustentable aporta con bioinsumos y promueve el uso de prácticas regenerativas. Se busca que el cultivo no dañe y que mejore el suelo donde se planta. Productores que antes trabajaban con fertilizantes químicos y pesticidas hoy están logrando buenos rendimientos con compost, rotaciones bien planificadas y productos biológicos. Los consumidores ya lo notan: quieren alimentos más sanos, pero también con menor impacto ambiental.

Todo esto también genera nuevas oportunidades comerciales. Hay mercados que empiezan a exigir trazabilidad y huella de carbono reducida y eso, lejos de ser un problema, es una ventaja para quienes ya vienen trabajando con otra lógica. Agro Sustentable acompaña a varios productores en procesos de certificación y en el registro de buenas prácticas que permiten abrir nuevas puertas, incluso fuera del país.

La tecnología, en este caso, no es solo digital. También es cultural. Cambiar el modo de producir requiere cambiar la forma de pensar. Cuestionar lo que se viene haciendo, animarse a probar cosas nuevas, asumir algunos riesgos. Pero también es cierto que los resultados llegan y que muchas veces superan las expectativas.

Reducir la huella de carbono en el agro no es un objetivo lejano ni utópico. Es una necesidad concreta que ya se puede abordar con las herramientas que existen. El ejemplo de Agro Sustentable y los cultivos de pepino muestra que hay otro camino posible. Uno donde producir no está reñido con cuidar el ambiente y donde la innovación va de la mano con el respeto por la vida. 

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