¿Sostenibilidad real o utopía? El difícil camino de la Agenda 2030 en la agricultura

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No hace falta irse muy lejos para ver cómo el cambio climático, el uso excesivo de químicos y la pérdida de biodiversidad están afectando a la agricultura. Ya no se trata solo de producir más, sino de producir mejor. En este camino aparece la Agenda 2030, un plan global que propone metas concretas para mejorar la calidad de vida sin destruir el planeta. Aunque suena grande y lejano hay muchas acciones chiquitas —y otras no tanto— que ya están haciendo la diferencia en los campos de Argentina.

Uno de los sectores donde más se está sintiendo este cambio es el agrícola y no solo porque la producción esté en el centro de varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), sino porque el campo es una especie de laboratorio a cielo abierto. Cada decisión que se toma ahí repercute en la tierra, en el agua, en el aire y también en la gente.

Algunos productores ya están cambiando sus prácticas, ajustando los manejos, buscando nuevas formas de cuidar el suelo o reducir el uso de productos químicos. No es magia ni una moda pasajera: es un cambio de mentalidad que se está gestando con hechos concretos y entre quienes vienen empujando este cambio aparece Agro Sustentable, una empresa argentina que trabaja con bioinsumos, es decir, productos que aprovechan la biología para mejorar la producción sin dañar el ambiente.

Agro Sustentable no se queda en los discursos. Tiene productos en el mercado que ya están mostrando resultados en el campo. Por ejemplo, el caso de los cultivos de pepino en sistemas protegidos donde los desafíos para mantener la sanidad del cultivo sin recurrir a insecticidas fuertes son constantes. Frente a esto la empresa viene aplicando soluciones como BIOINSECT, un bioinsecticida que permite controlar plagas sin alterar el equilibrio natural del cultivo.

Producción responsable sin perder productividad

Uno de los puntos fuertes de la Agenda 2030 es que no se trata solo de proteger el ambiente. También busca garantizar que las personas puedan vivir de su trabajo sin necesidad de elegir entre cuidar el planeta o llenar la heladera. La agricultura sostenible no consiste en producir menos sino en producir de otra forma.

Los cultivos de pepino muestran bien cómo es esto. Son bastante delicados, dependen mucho del clima y necesitan atención todo el tiempo. En lugares donde el tiempo cambia tanto y es difícil de prever, lograr una producción pareja no es nada fácil. Por eso, los productores que trabajan con Agro Sustentable están sumando prácticas que les ayudan a seguir adelante sin usar productos que dejan residuos tóxicos ni generan plagas más resistentes.

El uso de bioinsumos, además, tiene un impacto directo en varios de los ODS. Por ejemplo, contribuye al ODS 2 que apunta a terminar con el hambre, pero también al ODS 12 que promueve un consumo y producción responsables. Cuando se evita el uso excesivo de agroquímicos también se cuida el agua (ODS 6), se protege la vida del suelo (ODS 15) y se reduce la huella de carbono (ODS 13).

Pero más allá de los números o las metas oficiales, lo que está pasando en el campo tiene que ver con decisiones reales. No se trata de cumplir con una planilla de indicadores sino de hacer cambios que tengan sentido para quienes producen, para quienes consumen y para el entorno que sostiene todo eso.

Hay productores que ya están viendo cómo los cultivos responden mejor cuando se cuida el suelo con prácticas sostenibles. Otros están empezando a entender que no se trata solo de reemplazar un producto químico por uno biológico sino de revisar todo el sistema productivo. Agro Sustentable acompaña ese proceso con capacitaciones, asesoramiento técnico y un trabajo constante con universidades, investigadores y organismos públicos.

Otra ventaja de estos enfoques es que permiten mejorar la trazabilidad de los alimentos. Cuando se sabe qué productos se usaron, cómo se manejó el cultivo y qué prácticas se aplicaron, el consumidor también gana y en el caso de los pepinos, que muchas veces se destinan al mercado interno y también a exportación, ese detalle marca la diferencia.

Muchos compradores —sobre todo en países con reglas más estrictas— ya exigen pruebas de que los alimentos no tienen residuos de pesticidas o que se produjeron bajo normas sostenibles. Por eso, empezar a trabajar desde el principio con bioinsumos como BIOINSECT o biofertilizantes como BIOFERT GTG X no es solo una cuestión ambiental. También es una forma de asegurar la continuidad del negocio.

Si bien todo esto implica desafíos, también abre nuevas oportunidades. Los productores que se suman a este tipo de prácticas no solo mejoran su imagen frente al mercado sino que también logran reducir algunos costos y mejorar la salud del suelo a largo plazo. Eso genera sistemas más estables con menos sorpresas y menos necesidad de salir corriendo a solucionar problemas que podrían haberse prevenido.

El cambio ya arrancó. La Agenda 2030 no es un papel colgado en una oficina de la ONU. Está en las manos de quienes se animan a probar nuevos caminos. Agro Sustentable forma parte de ese proceso acompañando a los productores que deciden avanzar con otra lógica: la de producir cuidando. Los cultivos de pepino son una muestra concreta de que se puede trabajar con calidad, ser competitivo y al mismo tiempo respetar los ciclos de la naturaleza.

Todo esto no tiene nada de teórico. Ocurre con cada pepino que crece sin veneno, con cada suelo que recupera su vida y con cada agricultor que entiende que producir también es cuidar. No es una utopía: es una realidad que está tomando forma en muchos campos del país, con nombres propios, decisiones valientes y un horizonte que va más allá del negocio del momento.

La sostenibilidad ya no es solo una palabra linda para poner en los folletos. Es una necesidad y también una oportunidad y quienes lo entendieron antes, como Agro Sustentable, tienen una ventaja: ya están sembrando el futuro.

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